Cómo se hace cuando muere una amiga. ¿Cuál es la reacción correcta? Rafael Reig no tiene la respuesta.

"Cuando murió Almudena yo no reaccioné. ¿Por qué? Porque no sabía cómo hacerlo", nos dice mientras lanza una pequeña sonrisa con ojos tristes, una de esas que nos salen sin pensar, como si fueran un bálsamo contra un recuerdo que todavía nos duele mirar.

Lo que sé de Almudena 6m295w

Esa Almudena a la que se refiere Reig es Almudena Grandes. Aquí iba a soltar una parrafada sobre la vida, obra y milagros de la escritora. Podría decir que si ganó en 2018 el Premio Nacional de Narrativa por Los pacientes del doctor García, que si el Sonrisa Vertical en 1989 por su primera novela, Las edades de Lulú o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes tras su muerte.

Podría hablar de sus más de 5 millones de ejemplares vendidos, de sus 15 novelas publicadas o de su activismo político, pero hoy no lo haré.

Hoy toca hablar de la mujer que fue una amiga ("no éramos íntimos", aclara) para un escritor, Rafael Reig, que mientras recogemos los bártulos de la entrevista y se lía un cigarrillo bromea con que a él no le conoce nadie.

"Almudena era muy chulapona cuando quería"

¿Por qué hablar hoy de Almudena Grandes? Me pregunto por qué nos asusta tanto que muera un amigo y concluyo que porque con ellos se va también parte de nuestra historia. Mantenerlos a ellos vivos es gritar que todavía lo estamos nosotros. Los amigos, al contrario de lo que ocurre con la familia, se eligen y es por eso por lo que perderlos nos duele de otra forma. No menos, en otro sitio.

Así que ahora que ha pasado un tiempo, Rafael Reig escribe Lo que sé de Almudena, "muy echá p'alante y muy chulapona cuando quería" quizá para no olvidarse de sí mismo.

"¿Qué hacemos para entendernos?", me pregunta. "Contárselo a los amigos en el bar", se responde.

Para no sentirnos solos h6h1o

Y eso es este libro de memorias, una charla en un bar con un desconocido que necesita contarnos quién es, hablándonos de su amiga. Seamos, pues, esos amigos a los que confiesa cómo echa de menos de Almudena: "No poder charlar a gusto de novelas del siglo XIX". Sonrío. "Era lo que hacíamos normalmente, no es una trasgresión que te cagas", termina.

"A Almudena la conocía todo el mundo y el que no la conocía la quería a primera vista", puede que sea una de las frases que mejor puedan definirla. Rafael nos cuenta cómo la escritora sabía escuchar y sabía que la gente necesita ser escuchada y por eso "armaba la tremolina" allá donde llegaba.

"Si paseábamos por Madrid estábamos perdidos, entraba en un supermercado a preguntar dónde estaba una calle, con lo cual las mujeres salían gritando "si es la Almudena Grandes", soltaban las bolsas y se oían los huevos rotos", recuerda.

Y si somos el recuerdo que dejamos en los demás, "la gente quería mucho a Almudena, pero es que ella quería de verdad a la gente", pues recordémonos bonito.

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