Antonio Muñoz Molina
Editorial: Seix Barral
Año de publicación original: 2025
Cuando Antonio Muñoz Molina confiesa que "leyendo el Quijote está leyendo su propia vida", no es una hipérbole, sino la clave íntima de El verano de Cervantes. Es una lectura que siempre le funciona como un acto de supervivencia emocional.
Por ejemplo, durante el año pasado, pasó por un momento anímico delicado. Parte de este libro estaba ya escrito pero quería terminarlo y gracias a Don Quijote de la Mancha, y a la necesidad de finalizar El verano de Cervantes, pudo sumergirse de nuevo en él y, como reconoce en una entrevista, "refugiarme y evadirme porque la lectura y la escritura te sacan de lo peor de ti mismo".
La infancia de Muñoz Molina en Úbeda, en la España rural de posguerra, reaparece en retazos casi cinematográficos
Esta confesión es un toque de atención para que tengamos en cuenta lo importante que es la obra magna de Cervantes para Muñoz Molina. El verano de Cervantes desdibuja la línea entre el ensayo y la confesión personal, urdiendo un tapiz donde el autor del Quijote y su vida se fusionan para revelar cómo la lectura puede sanar heridas del pasado.
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La infancia de Muñoz Molina en Úbeda, en la España rural de posguerra, reaparece en retazos casi cinematográficos. Rememora aquel día en que, siendo solo un niño, sintió que se le abría un mundo nuevo al coger El Quijote y leer la escena de los molinos o contemplar, a través de la imaginación, un caballero marchando hacia un campo de batalla.
Eran tiempos de estrecheces materiales: la familia atravesaba carencias, el trabajo en el campo resultaba duro y la cultura era escasa. Sin embargo, la pasión por las aventuras de caballerías detonó en él el deseo de escribir. Apuntaba en cuadernos frases que le calaban hondo, sin orden ni método, pero con el fervor de quien descubre una puerta que conduce más allá de los olivares y del polvo depositado en los caminos de su pueblo.
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Años después, esa misma experiencia de niño lector reaparece con la mirada de un adulto que ha publicado títulos como Beatus Ille, El jinete polaco o Volver a dónde. Muñoz Molina reconstruye la manera en que gigantes literarios posteriores a Cervantes —Herman Melville, Honoré de Balzac, James Joyce, Thomas Mann o Mark Twain— tomaron el legado del Quijote para erigir la novela moderna.
En sus páginas, demuestra que Cervantes no narró solo una historia de caballerías, sino que inventó un modelo narrativo capaz de transformar la ficción. Esa capacidad de "afectar a la mente, nutrirla y a veces trastornarla", como escribe Muñoz Molina, resuena con particular fuerza en la era digital, donde las pantallas ejercen un hipnótico poder mayor que el que tuvo la imprenta del siglo de Cervantes.
La sensación de catarsis impregna la prosa de este libro, que alterna la confusión de un hombre necesitado de consuelo y la lucidez de quien analiza la literatura con rigor
El motor central del libro es el diario de lectura que el autor escribió en aquellos dos cuadernos del verano de 2015. Reflexiones a vuelapluma y anotaciones de pasajes memorables llenaban páginas y páginas, mientras la depresión que le mordía por dentro exigía un salvavidas.
Leer a don Quijote y Sancho fue un acto de sanación: cada página le ofrecía un respiro ante la tristeza acumulada. Esa sensación de catarsis impregna la prosa de este libro, que alterna sin esfuerzo la confusión de un hombre necesitado de consuelo y la lucidez de quien analiza la literatura con rigor.
Mezcla de géneros 1q3z65
La estructura de El verano de Cervantes se organiza en bloques temáticos que giran entre la memoria personal, el análisis literario, la reflexión cultural y la confesión íntima. Casi sin que lo notemos, Muñoz Molina nos invita a saltar de un recuerdo infantil —la emoción de aquel niño al descubrir la escena de la venta— a un estudio minucioso de la locura como forma de resistencia en el Quijote.
El Quijote actúa como espejo que refleja no solo la trayectoria del escritor, sino la evolución de la propia novela como género
En cada salto percibimos el pulso de una prosa depurada tras décadas de oficio: no hay retórica excesiva ni digresiones vacías, solo un diálogo constante entre pasado y presente.
Por ejemplo, al evocar el episodio de la Ínsula Barataria, Muñoz Molina describe cómo la fantasía cervantina le enseñó, siendo adolescente, que la imaginación podía ser un refugio incluso en los días más grises. Años después, al analizar esa misma escena, la vincula con la forma en que artistas posteriores —desde Gabriel García Márquez hasta Jorge Luis Borges— reinterpretaron la frontera entre realidad y ficción.
Así, el Quijote actúa como espejo que refleja no solo la trayectoria del escritor, sino la evolución de la propia novela como género.
Libros vs. pantallas 446n5x
En varios pasajes, Antonio Muñoz Molina advierte sobre el impacto de la tecnología en nuestra relación con los libros. Contrasta la ingenuidad con la que el niño de Úbeda se sumergía en un cuaderno, sin más estímulos que la tinta y las páginas en blanco, con la saturación de información que caracteriza el presente. Esa tensión entre los formatos analógicos y digitales se filtra en la lectura: Muñoz Molina subraya que hoy las pantallas pueden distraernos de la lentitud necesaria para entrar en el universo cervantino. Y plantea la pregunta de cómo afecta esta realidad a nuestra capacidad de descubrimiento lector.
'El verano de Cervantes' demuestra que Antonio Muñoz Molina es un lector consciente de que la escritura es un acto de compañía y resistencia
La parte más íntima del texto se siente en los pasajes en que el autor confiesa su propia depresión larvada. Gracias a la lectura del Quijote, encontró un bálsamo para sus miedos y nostalgias. Esa tensión entre el dolor personal y la redención literaria impregna cada página, otorgando a la obra un aire de confidencia que rara vez se encuentra en los ensayos académicos.
El verano de Cervantes demuestra que Antonio Muñoz Molina no es solo un experto en reconstruir contextos históricos o narrar tensiones sociales, sino un lector consciente de que la escritura es un acto de compañía y resistencia. Este libro ofrece las páginas que laten con honestidad, dialogan con la tradición literaria y confirman que, en cada relectura, Cervantes aguarda para revelarnos algo sobre nosotros mismos.
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