La 'Operación Nimrod'
La toma de la embajada iraní en Londres: cómo un secuestro de seis días cambió la política mundial
¿Por qué es importante? Un asedio tenso y mediático que puso en jaque a gobiernos, redefinió la lucha contra el terrorismo y marcó el inicio de un nuevo capítulo en las relaciones internacionales

El 30 de abril de 1980, el corazón de Londres se convirtió en escenario de una crisis internacional. Seis hombres armados irrumpieron en la embajada de Irán y tomaron 26 rehenes. Lo que parecía un incidente diplomático más, se transformó en un drama global que millones de personas siguieron en directo durante seis días.
Los atacantes eran de un grupo radical que se oponía al régimen del Ayatolá Jomeini. Su demanda era clara: la liberación de 91 presos políticos en Irán. Si no se cumplía, empezarían a matar rehenes. La amenaza no era una exageración.
Durante casi una semana, las autoridades británicas intentaron resolver el conflicto de forma pacífica. Psicólogos, negociadores, agentes antiterroristas… todos buscaban una salida sin violencia. Pero el 5 de mayo, el sexto día, todo cambió.
A las 18:50 horas, la puerta principal de la embajada se abrió lentamente. Desde dentro, los secuestradores empujaron el cuerpo sin vida de uno de los rehenes, envuelto en una manta naranja. Era su forma de avisar: si no se cumplían sus exigencias, habría otro muerto en 30 minutos.
La respuesta fue inmediata. A las 19:01 horas, el gobierno británico llamó a la primera ministra Margaret Thatcher. La situación era crítica. Su orden fue tan clara como histórica: "Que entren".
Minutos después, comenzó la 'Operación Nimrod', llevada a cabo por el SAS, la unidad de élite del ejército británico. En solo 11 minutos —literalmente el tiempo que tarda en hervir un huevo—, los comandos bajaron por cuerdas desde el tejado, colocaron explosivos en la fachada y entraron a la embajada por todos los frentes.
La explosión principal fue tan potente que abrió un agujero de dos metros de diámetro. Por ahí comenzaron a entrar. Uno a uno, fueron localizando a los rehenes y neutralizando a los secuestradores. Cinco de los seis terroristas murieron en el asalto. Solo uno fue capturado con vida. De los 26 rehenes, 19 fueron rescatados. Para muchos, fue una operación perfecta.
Pero el impacto fue mucho más allá del edificio. La imagen de Margaret Thatcher como 'la Dama de Hierro' se consolidó. Posó con los soldados del SAS y usó este momento para reforzar su liderazgo fuerte y sin concesiones.
Mientras tanto, en Medio Oriente, el asalto fue interpretado por algunos como una provocación al régimen iraní. Para Sadam Hussein, líder de Irak, fue la excusa perfecta. Solo cinco meses después, comenzó la guerra entre Irán e Irak, un conflicto brutal que duraría ocho años.
La cobertura televisiva fue otro elemento clave. Era la primera vez que un secuestro así se retransmitía en directo, minuto a minuto, con cámaras apuntando a un edificio donde literalmente se estaba decidiendo la vida o la muerte de decenas de personas. Una mezcla inédita de terrorismo, diplomacia, televisión y propaganda.
Ese secuestro marcó un antes y un después: en la forma de actuar de los gobiernos ante el terrorismo, en cómo los medios cubren las crisis en tiempo real, y en cómo se usa la narrativa del poder para construir figuras políticas.
Todo esto se cuenta en detalle en el libro 'El Asedio' de Ben Macintyre, que no es solo la historia de una operación militar, sino el retrato de cómo seis días pueden cambiar la historia del mundo.