'China: tu amigo agridulce'
Por qué sí debemos lanzarnos -con cuidado- a los brazos de China
¿Por qué es importante?Probablemente, China tiene tantas soluciones para nuestros problemas como riesgos para nuestra autonomía. El reto: abrirles la puerta sin dejar de ser quienes somos.

Muy a su pesar, por primera vez desde 1989, Estados Unidos no es el único mandamás del mundo. Se les acabó ostentar en exclusiva una hegemonía planetaria que ahora -y cada día más- está también en manos de China. La preponderancia de Pekín es hoy de tal magnitud y abarca tantos ámbitos que, en realidad, es la gran razón detrás de la tragicomedia de Trump, atrapado en su impredecible sainete de amenazas y repliegues.

En medio de esta nueva distribución de fuerzas, lo tentador es preguntarse si estamos ante una versión renovada de la guerra fría: en primer plano, dos superpotencias jurándosela mutuamente, dos gigantes aumentando la tensión a cada paso; en segundo plano, todos los demás conteniendo el aliento mientras tratan de buscar un nuevo acomodo que les lastre lo menos posible... El parecido a la época del telón de acero es, por lo menos, razonable.
No está del todo de acuerdo con esto -y lo defiende con precisión de buen diplomático- el embajador de España en Pekín hasta hace unos pocos meses, Rafael Dezcallar. En una estupenda entrevista con laSexta Columna nos ha explicado que lo que sí es indiscutible es que "China es un país muy orgulloso, con una identidad cultural muy fuerte. A los chinos no les gustan las lecciones de fuera".

Dezcallar sabe bien lo que dice. Entre las innumerables anécdotas que revela en su libro 'El ascenso de China' -una mina de oro para quien quiera entender al gigante asiático- hay una que da la medida de la enorme ferocidad auto percibida por Pekín: nada más llegar a su puesto, en 2018, Dezcallar aceptó la invitación para asistir a un acto conmemorativo en el Gran Palacio del Pueblo. Allí vio a Xi Jinping hablar con una claridad imperial: "No hay maestro que pueda decirle al pueblo chino lo que tiene que hacer", sentenció el líder supremo.
Tradicionalmente, los presidentes chinos han sido muy de decirle a su pueblo frases que han acabado siendo históricas, sentencias fáciles de entender pero con una gran enjundia detrás. La que dijo Xi en presencia de Dezcallar fue en realidad la culminación de otra que había dicho 50 años antes el presidente de entonces, Deng Xiaoping: "Enriquecerse es glorioso", soltó.
Imagínense el susto de los mil millones de habitantes de un país pobre, hambriento y maniatado por los rigores maoístas, cuando escucharon lo de que enriquecerse es glorioso. La frase cambió el mundo. Fue el estreno del llamado 'socialismo con características chinas' -traducido, capitalismo salvaje con características totalitarias-, el sistema con el que Pekín ha obrado el milagro.
Desde entonces, por dar solo dos de los muchísimos datos que lo atestiguan, el país ha multiplicado por 80 su economía y ha aumentado en 10 años su esperanza de vida.
El abrazo del oso (panda)
Para los descreídos que se pregunten en qué nos afecta la posición de China en el tablero, estando ese país todo lo lejos que está física y culturalmente de nosotros, es hora de contarles que, de lejos, nada.
Los chinos están aquí, entre nosotros y de manera casi omnipresente. Por medio de sus coches eléctricos, sus móviles, sus aspiradoras inteligentes o sus plataformas de comercio digital, sí. Pero también, por su presencia en algunas de las zonas más deprimidas de España, decididos a reflotar marcas y proyectos paralizados desde hace años. Como la mítica fábrica de Santana Motors en Linares, Jaén.
El simbolismo de este desembarco quizá ni los propios chinos lo habían previsto. Linares llegó a ser la ciudad con más paro de España, un 34% en 2012. Ahora, a partir de este verano, unas 80 personas pondrán a funcionar fábricas aún a día de hoy abandonadas. "Estamos captando gente de la zona o de todas partes de España; de China vendrán tres o cuatro personas a impartir formación, pero la idea no es que venga gente de China, sino que serán todos trabajadores locales", nos cuenta a laSexta columna el CEO del proyecto, Eduardo Blanco.

Tiananmen no fue lo que muchos creyeron
A aquel presidente de la Reforma y Apertura, Deng Xiaoping, le estalló en las manos una revuelta estudiantil que asombró al mundo. Pensó entonces Occidente que los osados manifestantes pidiendo más libertades y más democracia no era más que una consecuencia natural del pragmatismo económico, una señal de que China acabaría tarde o temprano alineado en la órbita de los valores atlánticos.
Ese habría sido el gran triunfo de Estados Unidos, ya sin la Unión Soviética enfrente y con el gigante asiático jugando con las reglas dictadas por Washington.

Pero aquello no fue en absoluto lo que ocurrió. Más bien, hoy vivimos lo contrario a lo previsto por aquel guion tan 'yankioptimista'. Es China quien impone las reglas del juego y son nuestras democracias las que se están llenando de la bruma iliberal, capitaneadas por líderes de pulsión totalitaria.
"Los chinos no juegan al ajedrez, los chinos juegan al go", nos dice el director del Real Instituto de Estudios Europeos, José María Beneyto. Para ellos "no hace falta ir comiendo peones, un alfil, o una torre". En su juego, "lo importante es crear las condiciones para que sean los adversarios quienes caigan por su propio peso".
Se oye desde aquí el tranquilo respirar de Xi Jinping.